Indiana Jones es uno de los héroes cinematográficos más conocidos. Como es sabido, este personaje de ficción es un arqueólogo que dedica su vida a la búsqueda de hallazgos míticos de la antigüedad. Es decir, de alguna manera se puede decir que su razón de existir es la investigación.

El argumento de cada una de sus películas se basa en un proyecto: lo que el audaz arqueólogo busca. Sin embargo, prácticamente no vemos ejercer a Indiana Jones como investigador. Lo que sucede durante la mayor parte del metraje no tiene nada que ver con su principal actividad porque Jones debe superar una serie de obstáculos de todo tipo inaccesibles para cualquier mortal.

En las tres cuartas partes del tiempo que dura la película  Indiana Jones corre, vuela, se accidenta, cae, se vuelve a levantar, vuelve a caer, alguien le ayuda y nuevamente está en pie para volver a sufrir. Jones se ve obligado a realizar acciones que no son propias de un investigador aunque, si finalmente quiere conseguir sus objetivos, no le queda más remedio.

El perfil de un personaje como Indiana Jones tiene poco en común con los investigadores universitarios de la realidad, ya sean arqueólogos, biólogos, físicos o ingenieros. Sin embargo, los investigadores reales están obligados a utilizar herramientas diferentes a las estrictamente necesarias para innovar. Hoy en día, un investigador debe saber moverse por las intrincadas convocatorias oficiales; debe tener habilidades de venta, de gestión, de relaciones públicas, lingüísticas, de liderazgo de equipos y sobre todo debe tener perseverancia para no desanimarse, por muy difíciles que sean los obstáculos que le pongan delante.

Lo ideal sería que tuviera que dedicar en exclusividad a sus proyectos, pero los recursos son cada vez más escasos. Por ello, hoy en día, un investigador universitario es algo muy parecido a un héroe.